Instalación Potestad en Oficina Proyectista




Video Postimágenes




Acerca de Potestad

“..Anima, semilla, soplo de vida. Legendario Mar Dulce, espejo de la Pampa que nos muestra un horizonte llano e inalcanzable, impidiéndonos ver al otro, alentando la fantasía de impunidad. El río es testigo. Todo lo ha absorbido en sus reflujos y nos lo devuelve en sus orillas. Limo sedimentado de sueños y utopías amalgamadas. Corriente de ausencias aparecidas. Murmullo de infinitas voces sostienen un ríspido silencio”...
 
 
Esta obra ha formado parte de las siguientes exposiciones:
.Casa provincial de la Memoria , ¿Quiénes eran? Curada por Florencia Batitti (2005)
.Estudio Abierto Palacio Barolo curada por  Ana Maria Batistozi y Valeria Gonzalez.(…)
.Marcas Oficiales en SUBTE de Montevideo y Centro Cultural Recoleta por Santiago Tavella y Graciela Taquini (..)











Texto de Gabriela Larrañaga (curadora)

“… Ánima, semilla, soplo de vida. Legendario Mar Dulce, espejo de la Pampa que nos muestra un horizonte llano e inalcanzable, impidiéndonos ver al otro, alentando la fantasía de impunidad. El río es testigo. Todo lo ha absorbido en sus reflujos y nos lo devuelve en sus orillas. Limo sedimentado de sueños y utopías amalgamadas. Corriente de ausencias aparecidas. Murmullo de infinitas voces sostienen un ríspido silencio”...
 
Estas eran las palabras que Ricardo Pons enunciaba para la presentación de la obra Potestad en un escenario post crisis del 2001 en Argentina, montada en la Casa Provincial de la Memoria de La Plata en Marzo del año 2005 para la muestra “¿Quiénes eran?” curada por Florencia Battiti. En aquel momento Pons ya poseía un extenso recorrido de producciones en video, videoinstalaciones, premios, proyectos propios y trabajos junto a otros artistas aquí y en otros países.
 
Es interesante destacar cómo desde siempre su obra se ha estructurado a partir de una serie de investigaciones previas y esta práctica de “trabajo de campo” que utiliza habitualmente, es decir, una serie de producciones paralelas que van modelando y precipitando a posteriori un corpus sólido y conceptual, que lo ha caracterizado y definido como un artista que ha sabido ligar muchos de sus intereses y contenidos a lo largo de sus producciones artísticas hasta la actualidad.
 
No podemos soslayar que su formación de ingeniero y músico le ha dado una plataforma muy singular que ha permitido anidar múltiples sentidos a sus obras. Especialmente ha generado una serie de proyectos, obras multidisciplinarias en estado de progresión, poseedoras de un balance de precisión técnica, poética y gran compromiso. Desde sus primeros trabajos a mediados de los años noventa con tecnología analógica ha pergeñado sus piezas como un hombre orquesta ocupándose tanto de la factura audio-visual como la producción de textos e investigaciones en cada proyecto (hoy es una práctica habitual de los artistas en la era digital) pero esa marca de autor le ha dado un sello particular que quiero señalar en esta ocasión.
 
Considero oportuno que Pons haya propuesto la instalación Potestad para volverla a montar en esta ocasión en La Oficina Proyectista invitado por Sonia Neuburger y Pablo Caracuel a tantos años de esa primera exhibición. Y digo que rescato el gesto de re-instalar esta obra por el carácter que la funda, un contexto de crisis y una materialidad, una factura, una tecnología de la necesidad. Este gesto se refuerza si tenemos en cuenta que La Oficina Proyectista se ubica en un edificio en el centro neurálgico de la ciudad a pocos metros de la emblemática Plaza de Mayo escenario mítico de acontecimientos que constituyen nuestra historia, muchos de ellos repudiables y que Pons en esta obra evoca.
 
Esta instalación es de característica indudablemente inmersiva. No hay modo de no estar y formar parte; no es sin el cuerpo. Es siendo parte (mientras se tolere) que el inquietante dispositivo que ha ideado su autor nos desata una memoria primordial y social que nos propina casi al instante de cruzar la puerta, ya que nos enfrenta al reconocimiento del miedo, del vértigo, la paranoia, etc.; un surtido de estados que imprimen un estar alerta y que inevitablemente nos alteran, provocan, incomodan.

La serie de imágenes que documentan este relato para armar es conformada por diversos iconos, símbolos, alegorías como la justicia ciega, aviones amenazantes, células en gestación, capturas de escenas televisivas, gráficos de armas de represión, etc. que son barridas por una inquietante luz roja que nos recuerda sin duda la violencia desatada muchas veces encubierta por la potestad que detenta el estado del monopolio y uso de la fuerza, con el pretexto de “garantizar” el bien común, provocando los crímenes más aberrantes.

Es significante el interés que como parte de sus realizaciones Pons manifiesta sobre la mirada del espectador y muy especialmente sobre los fenómenos perceptivos, así como en el video Post-imágenes (2006) la exquisita construcción iconográfica se basa en un caudal de  visualidades posibles producto de las trampas retinianas (es decir la aparición de los fenómenos ópticos que se producen al permanecer largo tiempo con los ojos tapados).  Potestad también hace hincapié sobre el sentido de la vista que es afectado en clave condicionante, reiterando una insistencia lumínica que nos conmueve.

Pero debo decir también que esta obra posee un carácter expulsivo, ya que en una segunda instancia la experiencia nos conlleva nuevamente a la reacción del cuerpo: hay que salir de allí, de esa pesadilla reiterada a lo largo de nuestra historia; hay que volver a cruzar el umbral del espacio físico y simbólico de la obra que ocupa la totalidad de la sala. Hay que salir de La oficina Proyectista escenario en donde se instala esta pieza para permitirnos una reflexión.

El arte sin duda es una práctica social que cobra sentido en la actividad relacional que pone en marcha ese enlace fundamental entre la obra y el espectador. Esta obra nos provoca y nos permite un re-conocimiento. Insisto que a través de esta operatoria se re-instala en la coyuntura actual de conquistas una oportunidad de actualización de la conciencia, ejercitando una práctica de memoria que no es posible sin el ejercicio de una constante construcción y reconstrucción.

Esta es nuestra otra Potestad también en tanto facultad, dominio y ejercicio de nuestro poder colectivo.

Gabriela Larrañaga
Septiembre del 2013 


Esta obra ha formado parte de las siguientes exposiciones:
 
v  Marcas Oficiales en SUBTE de Montevideo y Centro Cultural Recoleta por Graciela Taquini y Santiago Tavella (2004-2005)
v  Estudio Abierto Avenida de Mayo (Palacio Barolo) curada por Ana Maria Battistozzi y Valeria Gonzalez (2004)
v  Casa provincial de la Memoria de La Plata. ¿Quiénes eran? Curada por Florencia Battiti (2005)


---O---

Agradecemos a la entrañable O.P. representada por Sonia Neuburger y Pablo Caracuel que nos brindó la oportunidad de montar nuevamente esta obra y alentarnos a un trabajo colaborativo que valoramos especialmente.

Nota de Néstor Restivo en Página 12

Diario Página 12 - Economía - Opinión | Martes, 10 de septiembre de 2013

Potestad
Por Néstor Restivo

Anoche se presentó en el auditorio de Radio Nacional el libro Cuentas pendientes, los cómplices económicos de la dictadura, de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, en el cual los autores plantean que el juzgamiento de agentes económicos de genocidios y terrorismo estatal había tenido un promisorio antecedente en los juicios de Nuremberg, pero que esa línea jurídica se interrumpió por dos razones: la emergencia de la Guerra Fría, para la cual el capitalismo debió dejar de lado cuestionamientos a grandes empresas, y sobre todo la instalación del paradigma según el cual es el Estado, y ya no la órbita privada y en ella el sector económico más poderoso, el lugar donde reside “la bestia de los derechos humanos”.
Esa lectura es central para entender por qué a partir de entonces el establishment económico y financiero mundial y local vino quedando impune de crímenes (también calamidades sociales) que casi siempre los tuvieron y los tienen como verdaderos beneficiarios e instigadores o cómplices directos o indirectos.

A pocas cuadras del auditorio de la presentación del libro –en el que colaboraron varios especialistas y se da cuenta de las investigaciones que ahora, finalmente, lleva adelante la Comisión Nacional de Valores, o los juicios contra los dueños de La Nueva Provincia o el Ingenio Ledesma, automotrices y otros casos de participación civil en el genocidio– hay una instalación artística que echa algo de luz al porqué de la estigmatización del Estado para ocultar otras responsabilidades.
Ricardo Pons es un videoartista que ya en 2004 había presentado Potestad. El título aludía al reclamo de algunos sectores de la sociedad hacia el entonces presidente Néstor Kirchner, quien los ignoró, para que usara la potestad estatal de la represión y del uso de armas para reprimir al movimiento piquetero. En este 2013, Pons (autor de Proyecto Pulqui 2, Ciudad Anarquista Digital y otras obras) instala su obra en La Oficina Proyectista y sigue impactando. En ese brevísimo espacio, a sólo una cuadra de Plaza de Mayo, una baliza policial potente va arrojando luz roja en círculos sobre cuatro paredes donde el artista colocó fotos, algunas intervenidas y otras sólo accesibles por el Archivo General de la Nación, de diversos casos de represión: el golpe y bombardeo de 1955 que el diario La Nación dice ignorar, la Noche de los Bastones Largos de 1966, las cacerías de la última dictadura, la represión del régimen de convertibilidad en 2001 y el asalto al Hospital Borda este año, entre otros casos de violencia paradigmática. En una de las fotos aparece la palabra “Estado” sobre una puerta encadenada. Y los sujetos de represión son ciertamente policías y militares, es decir estatales con el monopolio de las armas. El día de la presentación se dio un interesante debate entonces sobre por qué el Estado, que debería ser protector de derechos, mediador de intereses, regulador de poderes, es visto generalmente como el gran violador de derechos humanos, una obra maestra de simulación de los grandes factores económicos –que se valen del Estado para sus fines– para encubrir su responsabilidad primaria.

El libro de Verbitsky y Bohoslavsky, como otros aportes artísticos de los últimos años, libros, películas, diversas formas de difusión cultural, contribuye a la necesidad de desandar ese ocultamiento para llegar a la verdad y de allí a la justicia.
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